Un viernes más, la excursión mensual que realizamos los
alumnos de la Universidad de la Experiencia y que Adex, nuestra asociación de
alumnos, organiza, nos llevó fuera de Logroño. Fue otra incursión a tierras
burgalesas. Nuestro destino esta vez eran el Monasterio de Silos, el
desfiladero de La Yecla y Covarrubias, preciosa villa con muchísima historia.
Disfrutamos enormemente con la visita a Silos, abadía benedictina ubicada en la parte oriental de un
pequeño valle, que el primer documento del Archivo de Silos, del año 954, ya lo
denomina "valle de Tapadillo". Se remonta a la época visigótica (siglo VII)
y, aunque se despuebla durante la ocupación musulmana en el siglo X y durante el periodo en que el conde Fernán González gobierna en Castilla, vuelve a resurgir la
comunidad monástica alcanzando un pujante actividad que nuevamente decae bajo
las razias de Almanzor. Cuando en 1041 Domingo, prior del Monasterio de San Millán de la Cogolla, se refugia Castilla huyendo del rey de Navarra,
el monarca leonés Fernando I le confía la misión de restablecer
el antiguo esplendor y dar nuevo auge al monasterio de Silos que se encuentra
arruinado y maltrecho. A destacar su espléndido claustro, de doble planta, siendo
la inferior la más antigua y la de mayor valor. Maravillosa la colección de los
64 capiteles de que consta el claustro bajo y los relieves que ornamentan las
caras interiores de las cuatro pilastras que forman los ángulos de la galería.
Una vez acabada la visita nos encaminamos al desfiladero de la Yecla, que es
una profunda y estrecha garganta modelada por la acción de las aguas del arroyo
El Cauce durante millones de años, en los materiales calizos de las Peñas de
Cervera. En las cumbres anidan más de 100 parejas de buitre leonado. Una serie
de puentes y pasarelas nos facilitaron el recorrido por la garganta, paseo de
unos 600 metros sobre cascadas y pozas. El desfiladero está incluido en el
Espacio Natural de la Yecla y los Sabinares del Arlanza.
De allí, a Covarrubias a comer y tras las viandas y la charla, teníamos una
visita guiada pero el sol que hasta entonces nos había acompañado en nuestros
paseos, se había cubierto de amenazantes nubarrones que no tardaron en
descargar sobre nosotros un buen chaparrón, lluvia que ya no nos abandonó ni
allí, ni durante el viaje de vuelta. Y fue una pena porque Covarrubias es un
sitio precioso, muy cuidado y limpio y con callejuelas y casas que en otras
circunstancias hubiésemos disfrutado más.
Conocida como «La cuna de Castilla» en el siglo X el conde de Castilla Fernán González y su hijo García Fernández la convirtieron en la capital del Infantazgo de Covarrubias y cabeza de uno
de los más importantes señoríos monásticos. Aquí se halla el Torreón de Fernán González,
la única fortaleza castellana anterior al siglo XI que se conserva.
Curiosa es la historia de una princesa noruega, Cristina, que vino a casarse
con uno de los hermanos de Alfonso X pero que murió prematuramente a los cuatro
años de su boda en Sevilla.
No puedo dejar de mencionar el magnífico tríptico de los Tres Reyes Magos,
atribuido a Diego de Siloé que se encuentra en la Colegiata de San Cosme y San
Damián junto con tablas de Berruguete y Van Eyck. También la casa de Doña Sancha, del siglo XV, magnífico ejemplo de la
arquitectura tradicional de la villa con fachada de adobe y el clásico
entramado de madera.
Y bajo la lluvia nos despedimos de la villa. Quiero felicitar a Matilde porque, aunque era el primer viaje que preparaba, todo salió genial.
Hasta la próxima, compañeros.
Texto: Julia Baigorri
Fotografías: Pilar Sáez y Julia Baigorri